NIÑAS E INDÍGENAS: DESIGUALDAD EN LOS SISTEMAS DE EDUCACIÓN
EN MÉXICO.
El presente análisis es realizado
sobre el artículo escrito por la historiadora, etnohistoriadora y doctora en
socióloga rural, hija del investigador de la causa indígena Guillermo Bonfil
Batalla. El artículo explica la situación educativa de las mujeres indígenas en
México, se parte de diferentes interpretaciones estadísticas cuantitativas
sobre la situación de pobreza de las comunidades indígenas, el nivel de
alfabetización, el nivel de asistencia y
de permanencia educativa específicamente en nivel básico de dichas comunidades.
Partiendo de estas interpretaciones estadísticas se identifican premisas por
parte de la autora, con el objetivo de observar las causas por las cuales las
mujeres indígenas se encuentran en situaciones educativas desfavorables ante el
ya negativo panorama que se enfrentan los varones y los adultos. En la parte
final de este artículo teniendo en cuenta las premisas expresadas por la atora,
expondré diversos puntos de vista y opiniones sobre el tema.
En primera instancia la autora
menciona la dificultad de otorgar una educación propicia para las comunidades indígenas, esta se basa en
los limitantes sociales, políticos y económicos a los que están expuestas, es
decir se tiene que identificar primordialmente la situación de pobreza y
marginalidad en la que se encuentran las comunidades indígenas para poder
comprender la magnitud de la educación que se les otorga. “El acceso a los servicios educativos enfrenta barreras sociales y
económicas, con sus respectivos problemas de marginación, pobreza y cancelación
de oportunidades” (Bonfil. 2004:31). Esta marginalidad es fundamentada
desde la época colonial en donde los peninsulares explotaron de manera
indiscriminada a los pueblos prehispánicos de los cuales provienen las actuales
comunidades indígenas, una relación de esclavismo y colonización que conllevó
que a lo largo de la historia las comunidades indígenas, no importando el tipo
de gobierno imperante, se mantuvieran en un contexto de pobreza explotación e
ignorancia ante el mundo “civilizado”[1].
Las condiciones de marginalidad y pobreza conllevan
a condiciones educativas deficientes y desiguales, ejemplo de ello es que “El censo de 1990 dio a conocer la cifra de
por lo menos 13,179 localidades con una densidad de 70% y más de hablantes de
lengua indígena y una población de 4 millones de personas cuyo índice de
analfabetismo, entre los 15 años y más, fue del 46.6 %, casi cuatro veces más
que el promedio nacional, que es del 12.4%.” “De esas mismas localidades, el
75.9% de los habitantes no habían terminado su educación primaria” (Ibídem:
33-34) “En una lectura más desagregada de la información disponible, que
muestra que más de 20 niños indígenas de cada 100 no van a la escuela, aparecen
también las desigualdades de género, pues los datos muestran que las niñas que
no son enviadas a la escuela son el 33.5% contra el 27% de los varones” (Ídem
citado de Riquer, op cit.:69) “Para los
niños y las niñas que viven en áreas rurales las tasas de asistencia escolar
tienen una diferencia de tres puntos porcentuales; en cambio, la diferencia
entre los niños y las niñas indígenas es de siete puntos” (Ídem, Citado de Programa Nacional de la
Mujer. 1997: 21).
Estos datos hacen presente la
situación de desigualdad a las que son expuestas las niñas indígenas ante los varones, esto se
podría identificar por las diferentes características culturales y sociales con
las que cuentan algunas comunidades hacia las mujeres, es decir la desigualdad
educativa existente que afecta en mayor medida a las mujeres es justificada por
diferentes preceptos culturales de tradiciones o rolles sociales de las propias
mujeres ante la comunidad y a menor escala en la familia. “Las niñas en edad escolar deben contribuir junto con sus madres a la
reproducción diaria y social de sus unidades familiares: acarrear leña y agua,
ayudar a lavar la ropa y preparar alimentos, cuidar de los hermanos menores,
los enfermos y las personas ancianas; encargarse de animales y los cultivos de
los traspatios, participara en diversas actividades de siembra, la cosecha y el
almacenamiento de alimentos; colaborar con actividades comerciales y de
intercambio. Si la jornada de trabajo de las mujeres indígenas jóvenes y
mayores es de 15 a 18 horas, la de las niñas de 5 a 12 años puede estimarse en
unas 8 a 10 horas” (Ibídem: 35).
La situación social establecida por las actividades
realizadas por las niñas indígenas están marcadas de igual manera por el poco
acceso a la educación, es entonces que a falta de oportunidades y mayor
necesidad de apoyar a los labores del hogar, las niñas indígenas o los mismos
padres, se resignan a abandonar la escuela y a concertarse en apoyar a la
familia en las diferentes actividades ya anteriormente mencionadas. “Los padres deciden así que los varones sean
quienes vayan en primer lugar a la escuela; son ellos los que tendrán que
ganarse de la vida y la de sus familias, mientras que las hijas contraerán matrimonio
y, en su edad adulta, contribuirán a la reproducción de otra familia” (Ibídem.
Citado de UNICEF. 1993: 23-24).
La autora hace especial énfasis
en que aún no existen, estudios especializados en observar la desigualdad de
género que existe en sociedades indígenas “Los
estudios sobre igualdad educativa en México no han utilizado hasta ahora de
manera destacada la variable sexo en esta desigualdad, aun cuando la
información estadística y desagregada demuestra claramente que con ella se
discrimina a la población estudiada” (Ídem).
En concreto podemos identificar en
el texto que la autora busca exponer la situación de desigualdad social que
enfrentan las comunidades indígenas, desigualdad que se traduce en implementar
una educación por parte del Estado de manera desigual, con baja calidad y de oportunidades
nulas de crecimiento educativo y alfabetización en la población indígena. Partiendo
de esto también busca identificar la desigualdad de género a la que son expuestas
las mujeres, la difícil estructura de costumbres que también en muchas ocasiones
son parte de esta desigualdad de género, recalca la importancia de estudios de
género hacia las comunidades indígenas y la incesante lucha por los derechos de
las mujeres.
En mi opinión la manera en que es
abordado el tema es en un principio acertado, puesto que es fundamental
identificar la situación social de las mujeres indígenas en su contexto
familiar y en comunidad; identificar los preceptos sociales que llevan a las
comunidades a comportase de tal manera hacia las actividades realizadas por las
mujeres y en específico las niñas indígenas en edad escolar. Sin embargo no
sólo basta con expresar preocupación del roll social que tienen las niñas y las
mujeres indígenas, y no enfocar la finalidad académica al sólo incremento de
estudios tendientes a explicar la realidad desigual educativa que tienen las
niñas, es cierto que la creación de conocimiento científico conlleva a generar
un cambio social pudiendo conceptualizar el fenómeno social y posteriormente
plantear caminos y desarrollos para modificar esa situación desfavorable, sin
embargo es necesario que en estos estudios se tomen en cuenta diferentes
vertientes sociológicas de identificación, modificación y valoración de
costumbres que son parte de esta desigualdad de género.
Entonces podemos decir que tratar
de cambiar la situación de desigualdad de género hacia las niñas en edad escolar
de las comunidades indígenas, conllevaría también a plantearnos que usos y
costumbres plantean una desigualdad social y educativa para las mujeres; tendríamos
que valorar muy delicadamente que costumbres significan una violación a sus
derechos humanos y en este caso educativos, y plantearnos cuales serían las acciones
a realizar. Adentrarnos en el bagaje cultural de usos y costumbres de las comunidades
indígenas, conlleva a dificultades científicas y éticas. Nosotros como sociedad mestiza ¿Qué derecho tendríamos
de modificar su situación social? si en ocasiones las mujeres mismas justifican
los actos contra ellas expresando que la violencia de cualquier tipo es
aceptada en su comunidad. Esto necesariamente se llevaría a cabo con un análisis
más detallado y con un sumo cuidado ético y social, quizás nos situamos en una
visión ególatra al tratar de cambiar la situación social de las comunidades
indígenas, ya que juzgaríamos que sus costumbres son erróneas y debieran
erradicarlas para tomar las nuestras, ¿Eso no sería ponernos en el mismo papel
de los españoles y posterioemente los mestizos, que buscaban erradicar
costumbres indígenas para asimilar al indígena a la sociedad occidental? una
actividad que tanto se ha cuestionado, que tanto se ha desdeñado.
No se me mal interprete, tampoco
justifico las costumbres que generan la desigualdad hacia las mujeres, ya que una sociedad que se
fundamenta en la desigualdad entre sexos no conlleva a un avance en las
condiciones sociales de esta. Sin embargo los futuros estudios acerca del tema,
tendrían que tener en cuenta, no solamente qué costumbres violarían o no los
derechos humanos y educativos de las mujeres, se tendría te tener en cuenta el alguna
de las siguientes cuestiones ¿El porqué de las desigualdades? ¿Qué características
económicas, políticas y sociales conllevaron a construir de esta manera las
diferentes costumbres? ¿Es posible cambiar la situación de desigualdad social? ¿De qué manera es posible hacer tomar
conciencia a las comunidades para poder modificar las costumbres que generan
desigualdad de género? ¿En su caso que acciones gubernamentales se tienen que
poner en marcha para cambiar esta situación de desigualdad?
[1]
Las comillas son mías, ya que como muchos autores han identificado, los
peninsulares y después los mestizos en México y en Latinoamérica se postulaban
como los portadores de la civilización verdadera ante los habitantes del
continente americano, civilización que en muchas ocasiones ante el
desconocimiento de los avances tecnológicos y sociales de los pueblos
prehispánicos, fueron erradicados
solamente por no ser creados por criollos y mestizos.
* Bibliografía:
· Bonfil, Paloma. “Niñas e indígenas: Desigualdad en los sistemas de educación en México” en Género, etnicidad y educación en América Latina. Ediciones Morata. Madrid, 2004.