miércoles, 14 de septiembre de 2016

¿Independencia de México?

La madrugada del 16 de septiembre de 1810 en dolores Guanajuato, es considerada la más gloriosa de México y Latinoamérica, no solo por el famoso grito de independencia a cargo del cura Miguel Hidalgo y Costilla, que levantó la voz y el corazón en busca de un ideal independiente para el pueblo mexicano. El grito de ¡Viva México! Y ¡Muerte al mal gobierno! No fue solo un conjunto de palabras dichas por un hombre libertario, en realidad, fue un grito de un pueblo entero, cansado de cientos de años de injusticias, ultrajes, violaciones y falsedades por parte de los peninsulares. El pueblo mayoritariamente indígena, ese pueblo lacerado física, mental, intelectual, espiritual y religiosamente, dio un grito al cielo buscando la libertad tan anhelada; generaciones de niños indígenas que olvidaron su lengua materna por el “civilizado” castellano; generaciones de abuelos indígenas que vieron caer a sus dioses en nombre del progreso; generaciones de mujeres que soportaron el “mestizaje” a la fuerza, por ser consideradas cosas sin alma, solo objetos que existían para servir al español; y generaciones de hombres esclavizados, obligados a prestar su mano de obra a cambio de evangelización y una miseria de alimento, hombres utilizados como meras herramientas de carga, para satisfacción del “civilizado”.
Esa madrugada del 16 de septiembre de 1810, inicia la lucha por la libertad, una lucha que duró 11 años, que causó grandes bajas en la población mexicana, grandes pérdidas de hombres que buscaban una mejor vida para ellos y sus familias. Y es por ello que debemos sentirnos orgullosos como mexicanos, por estos grandes hombres con nombre y apellido, al igual por aquellos hombres sin nombre y sin rostro.

Pero también después de 205 años de iniciada esta lucha, deberíamos preguntarnos como mexicanos orgullosos de nuestra historia: ¿valió la pena la sangre derramada por nuestros héroes? ¿Somos verdaderamente libres como individuos y como nación? Y ¿Qué hemos hecho como mexicanos, para hacer de nuestro país, un mejor lugar donde vivir? Preguntas importantes y necesarias, para poder analizar nuestra independencia, y celebrar hoy este gran día.


martes, 13 de septiembre de 2016

Nacionalismo en México, de mitos a la búsqueda de la unidad nacional.

A lo largo de nuestra educación, nos hemos encontrado con una infinidad de interpretaciones de la historia de México; diferentes personajes con cualidades muy cercanas a deidades, cualidades que los hacen resaltar como grandes individuos adelantados a su época. Gestas heroicas en donde se demuestra el carácter valeroso del mexicano o de ciertos mexicanos, esto con el objetivo de que nos sentamos participes de una gran nación.

Pero de todos esos personajes y hechos, ¿Se  nos enseña la verdad sobre ellos? ¿Aquellas fechas tan importantes son en verdad acontecimientos que nos deben hacer sentir orgullosos de ser mexicanos? ¿Existirán mitos sobre aquellos personajes tan idolatrados?

Partiendo de estas cuestiones tenemos que reconocer que existen una gran variedad de estudios históricos sobre nuestros héroes, y en muchos casos no se exponen cosas muy agraciadas de aquellos personajes. Ejemplo de ello mencionamos solo algunos: la vida de vicios y perversiones del cura Miguel Hidalgo, la no cien por ciento identidad real del “pípila”; la parcial victoria del ejercito mexicano sobre el francés, en la segunda intervención francesa; la excesiva imagen de bondad de Benito Juárez y el odio a Maximiliano de Habsburgo; la visión exageradamente negativa de Porfirio Díaz etc. No abundaré en los mitos mismos, sino en el contexto social y político que fundamentaron la creación de dichos mitos en la historia de nuestro país.  
La vida de nuestros héroes nacionales no es la que nos cuentan en la escuela, ¿Por qué hacer ver las cosas buenas de ellos? ¿Por qué mentirnos? Podemos dar respuesta a esto observando que al término de la revolución mexicana se busca institucionalizar al país, es decir construir un marco jurídico que mantenga un orden, un país lejos de revueltas, violencia y derramamiento de sangre. Para ello es necesario también mantener la “cohesión social”, es decir crear la Unidad Nacional, en donde el mexicano se sienta orgulloso de serlo, y que no se identifique con sectores sociales rebeldes como el campesinado, los pueblos indígenas etc.

Estos sectores sociales por lo regular significan problemas políticos y sociales, sus demandas incomodan al poder y mantienen un ambiente álgido en la sociedad, se teme que en cualquier momento algún sector popular se levante en armas y derroque al gobierno. Es por ello que la llamada Unidad Nacional o la búsqueda de un nacionalismo  posterior a le revolución, plantea una estrategia muy “ad hoc” por parte del gobierno. Se crea un conjunto de mitos basados en héroes y acontecimientos del pasado en México con el objetivo de crear cierta pertenencia y orgullo del ser mexicano.

Las medidas realizadas por los presidentes Venustiano Carranza hasta a llegar a Lázaro Cárdenas, fueron por un lado construir una nacionalismo que mitigara la inserción del pueblo a sectores sociales de presión, mediante la creación de mitos sobre los héroes y acontecimientos más relevantes de nuestra historia; y por otro lado fue cooptar a estos sectores sociales en instituciones que solventaban medianamente las demandas de dichos sectores, como repartición de tierras, mejores condiciones de trabajo, respeto a usos y costumbres autóctonas etc. Así se fue creando un país institucionalizado, unido y corporizado. Se habla del “corporativismo” como la manera en que el Estado postrevolucionario absorbe a los grupos de presión social, tomando sus demandas y resolviéndolas, pero a cambio de ello se crea una base social del gobierno que posteriormente se utilizará como herramienta para perpetuar el poder en México por parte del partido de Estado actualmente llamado PRI.

Con todo esto no pretendo crear un sentimiento anti patriótico, sin embargo planteo la reflexión de lo que podemos llamar nuestro pasado como mexicanos. No busco desacreditar la historia de México pero tampoco estoy de acuerdo que se exalte a personajes que en muchos casos no fueron benéficos para nuestro país, y que se deje en el olvido a muchos otros que forjaron la vida de una nación tan grande como la nuestra.

Por ultimo me considero a favor del nacionalismo mexicano, siempre y cuando este sea utilizado para crear un sentimiento de amor a la patria y de empatía entre todos los mexicanos. “Hoy en día, ya nadie muere por su patria”, no por el poco compromiso al país, sino por las grandes decepciones que ha tenido la sociedad hacia sus instituciones políticas. El militar no va a luchar contra el narcotráfico por su país, sino que lo hace para sostener a su familia, el militar raso, la carne de cañón, sabe que va a matar a otro mexicano, y lo va a hacer por la preponderancia de la ley del más fuerte, y no lo hace pensando en su nación, ni en su pasado, lo hace pensando en su familia, esa misma familia que celebra el día de nuestra independencia, esa misma familia que ve a un ignorante gritando arengas a nuestros héroes nacionales.


Lic. Gustavo Guzmán Hernández 

lunes, 28 de marzo de 2016

NIÑAS E INDÍGENAS: DESIGUALDAD EN LOS SISTEMAS DE EDUCACIÓN EN MÉXICO.

El presente análisis es realizado sobre el artículo escrito por la historiadora, etnohistoriadora y doctora en socióloga rural, hija del investigador de la causa indígena Guillermo Bonfil Batalla. El artículo explica la situación educativa de las mujeres indígenas en México, se parte de diferentes interpretaciones estadísticas cuantitativas sobre la situación de pobreza de las comunidades indígenas, el nivel de alfabetización,  el nivel de asistencia y de permanencia educativa específicamente en nivel básico de dichas comunidades. Partiendo de estas interpretaciones estadísticas se identifican premisas por parte de la autora, con el objetivo de observar las causas por las cuales las mujeres indígenas se encuentran en situaciones educativas desfavorables ante el ya negativo panorama que se enfrentan los varones y los adultos. En la parte final de este artículo teniendo en cuenta las premisas expresadas por la atora, expondré diversos puntos de vista y opiniones sobre el tema.

En primera instancia la autora menciona la dificultad de otorgar una educación propicia para  las comunidades indígenas, esta se basa en los limitantes sociales, políticos y económicos a los que están expuestas, es decir se tiene que identificar primordialmente la situación de pobreza y marginalidad en la que se encuentran las comunidades indígenas para poder comprender la magnitud de la educación que se les otorga. “El acceso a los servicios educativos enfrenta barreras sociales y económicas, con sus respectivos problemas de marginación, pobreza y cancelación de oportunidades” (Bonfil. 2004:31). Esta marginalidad es fundamentada desde la época colonial en donde los peninsulares explotaron de manera indiscriminada a los pueblos prehispánicos de los cuales provienen las actuales comunidades indígenas, una relación de esclavismo y colonización que conllevó que a lo largo de la historia las comunidades indígenas, no importando el tipo de gobierno imperante, se mantuvieran en un contexto de pobreza explotación e ignorancia ante el mundo “civilizado”[1].

Las  condiciones de marginalidad y pobreza conllevan a condiciones educativas deficientes y desiguales, ejemplo de ello es que “El censo de 1990 dio a conocer la cifra de por lo menos 13,179 localidades con una densidad de 70% y más de hablantes de lengua indígena y una población de 4 millones de personas cuyo índice de analfabetismo, entre los 15 años y más, fue del 46.6 %, casi cuatro veces más que el promedio nacional, que es del 12.4%.” “De esas mismas localidades, el 75.9% de los habitantes no habían terminado su educación primaria” (Ibídem: 33-34) “En una lectura más desagregada de la información disponible, que muestra que más de 20 niños indígenas de cada 100 no van a la escuela, aparecen también las desigualdades de género, pues los datos muestran que las niñas que no son enviadas a la escuela son el 33.5% contra el 27% de los varones” (Ídem citado de  Riquer, op cit.:69) “Para los niños y las niñas que viven en áreas rurales las tasas de asistencia escolar tienen una diferencia de tres puntos porcentuales; en cambio, la diferencia entre los niños y las niñas indígenas es de siete puntos”  (Ídem, Citado de Programa Nacional de la Mujer. 1997: 21).
Estos datos hacen presente la situación de desigualdad a las que son expuestas las  niñas indígenas ante los varones, esto se podría identificar por las diferentes características culturales y sociales con las que cuentan algunas comunidades hacia las mujeres, es decir la desigualdad educativa existente que afecta en mayor medida a las mujeres es justificada por diferentes preceptos culturales de tradiciones o rolles sociales de las propias mujeres ante la comunidad y a menor escala en la familia. “Las niñas en edad escolar deben contribuir junto con sus madres a la reproducción diaria y social de sus unidades familiares: acarrear leña y agua, ayudar a lavar la ropa y preparar alimentos, cuidar de los hermanos menores, los enfermos y las personas ancianas; encargarse de animales y los cultivos de los traspatios, participara en diversas actividades de siembra, la cosecha y el almacenamiento de alimentos; colaborar con actividades comerciales y de intercambio. Si la jornada de trabajo de las mujeres indígenas jóvenes y mayores es de 15 a 18 horas, la de las niñas de 5 a 12 años puede estimarse en unas 8 a 10 horas” (Ibídem: 35).   

La  situación social establecida por las actividades realizadas por las niñas indígenas están marcadas de igual manera por el poco acceso a la educación, es entonces que a falta de oportunidades y mayor necesidad de apoyar a los labores del hogar, las niñas indígenas o los mismos padres, se resignan a abandonar la escuela y a concertarse en apoyar a la familia en las diferentes actividades ya anteriormente mencionadas. “Los padres deciden así que los varones sean quienes vayan en primer lugar a la escuela; son ellos los que tendrán que ganarse de la vida y la de sus familias, mientras que las hijas contraerán matrimonio y, en su edad adulta, contribuirán a la reproducción de otra familia” (Ibídem. Citado de UNICEF. 1993: 23-24).

La autora hace especial énfasis en que aún no existen, estudios especializados en observar la desigualdad de género que existe en sociedades indígenas “Los estudios sobre igualdad educativa en México no han utilizado hasta ahora de manera destacada la variable sexo en esta desigualdad, aun cuando la información estadística y desagregada demuestra claramente que con ella se discrimina a la población estudiada”  (Ídem).

En concreto podemos identificar en el texto que la autora busca exponer la situación de desigualdad social que enfrentan las comunidades indígenas, desigualdad que se traduce en implementar una educación por parte del Estado de manera desigual, con baja calidad y de oportunidades nulas de crecimiento educativo y alfabetización en la población indígena. Partiendo de esto también busca identificar la desigualdad de género a la que son expuestas las mujeres, la difícil estructura de costumbres que también en muchas ocasiones son parte de esta desigualdad de género, recalca la importancia de estudios de género hacia las comunidades indígenas y la incesante lucha por los derechos de las mujeres.

En mi opinión la manera en que es abordado el tema es en un principio acertado, puesto que es fundamental identificar la situación social de las mujeres indígenas en su contexto familiar y en comunidad; identificar los preceptos sociales que llevan a las comunidades a comportase de tal manera hacia las actividades realizadas por las mujeres y en específico las niñas indígenas en edad escolar. Sin embargo no sólo basta con expresar preocupación del roll social que tienen las niñas y las mujeres indígenas, y no enfocar la finalidad académica al sólo incremento de estudios tendientes a explicar la realidad desigual educativa que tienen las niñas, es cierto que la creación de conocimiento científico conlleva a generar un cambio social pudiendo conceptualizar el fenómeno social y posteriormente plantear caminos y desarrollos para modificar esa situación desfavorable, sin embargo es necesario que en estos estudios se tomen en cuenta diferentes vertientes sociológicas de identificación, modificación y valoración de costumbres que son parte de esta desigualdad de género.

Entonces podemos decir que tratar de cambiar la situación de desigualdad de género hacia las niñas en edad escolar de las comunidades indígenas, conllevaría también a plantearnos que usos y costumbres plantean una desigualdad social y educativa para las mujeres; tendríamos que valorar muy delicadamente que costumbres significan una violación a sus derechos humanos y en este caso educativos, y plantearnos cuales serían las acciones a realizar. Adentrarnos en el bagaje cultural  de usos y costumbres de las comunidades indígenas, conlleva a dificultades científicas y éticas.  Nosotros como sociedad mestiza ¿Qué derecho tendríamos de modificar su situación social? si en ocasiones las mujeres mismas justifican los actos contra ellas expresando que la violencia de cualquier tipo es aceptada en su comunidad. Esto necesariamente se llevaría a cabo con un análisis más detallado y con un sumo cuidado ético y social, quizás nos situamos en una visión ególatra al tratar de cambiar la situación social de las comunidades indígenas, ya que juzgaríamos que sus costumbres son erróneas y debieran erradicarlas para tomar las nuestras, ¿Eso no sería ponernos en el mismo papel de los españoles y posterioemente los mestizos, que buscaban erradicar costumbres indígenas para asimilar al indígena a la sociedad occidental? una actividad que tanto se ha cuestionado, que tanto se ha desdeñado.
No se me mal interprete, tampoco justifico las costumbres que generan la desigualdad  hacia las mujeres, ya que una sociedad que se fundamenta en la desigualdad entre sexos no conlleva a un avance en las condiciones sociales de esta. Sin embargo los futuros estudios acerca del tema, tendrían que tener en cuenta, no solamente qué costumbres violarían o no los derechos humanos y educativos de las mujeres, se tendría te tener en cuenta el alguna de las siguientes cuestiones ¿El porqué de las desigualdades? ¿Qué características económicas, políticas y sociales conllevaron a construir de esta manera las diferentes costumbres? ¿Es posible cambiar la situación de desigualdad social?  ¿De qué manera es posible hacer tomar conciencia a las comunidades para poder modificar las costumbres que generan desigualdad de género? ¿En su caso que acciones gubernamentales se tienen que poner en marcha para cambiar esta situación de desigualdad?



[1] Las comillas son mías, ya que como muchos autores han identificado, los peninsulares y después los mestizos en México y en Latinoamérica se postulaban como los portadores de la civilización verdadera ante los habitantes del continente americano, civilización que en muchas ocasiones ante el desconocimiento de los avances tecnológicos y sociales de los pueblos prehispánicos,  fueron erradicados solamente por no ser creados por criollos y mestizos. 

* Bibliografía:
·       Bonfil, Paloma. “Niñas e indígenas: Desigualdad en los sistemas de educación en México” en Género, etnicidad y educación en América Latina. Ediciones Morata. Madrid, 2004.

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martes, 22 de marzo de 2016

MITOS Y REALIDADES DE LA EDUCACIÓN COLONIAL.

A lo largo de la historia de México, algunos investigadores y científicos sociales platean que la época colonial fue sinónimo de oscurantismo cultural e ignorancia científica, algo parecido a la edad media en Europa. En realidad como ocurre en diferentes disciplinas de las ciencias sociales, no podemos categorizar como leyes los acontecimientos históricos de una nación, indicando la bondad o maldad en las decisiones  que llevaron a cabo los diferentes actores de la historia.

En el texto “Mitos y realidades de la educación colonial” Pilar Gonzalbo Aizpuru nos expone algunos mitos y realidades de la educación colonial en el México del siglo XVI, la visión educativa que se desarrolló en la Nueva España y cuál era su objetivo primordial ante la disyuntiva de si era pertinente educar o no al “indio”[i] .

Entre los mitos observados por la autora se contempla la idea de que la educación impartida a los indígenas solamente se basaba en la educación evangelizadora eclesiástica, cuando se puede identificar que fuera del papel opresor religioso, también se impartía educación y adiestramiento de oficios que significaban una cierta mejoría en la situación social de los pueblos: “En la práctica, frailes mendicantes y párrocos seculares enseñaron la doctrina y administración de los sacramentos, a la vez entrenaron a los indios en el cultivo de plantas traídas del viejo mundo, en las técnicas artesanales apropiadas para satisfacer las necesidades de la población española y la cría de animales domésticos, que complementaría los recursos de la economía familiar y las exigencias de abasto de las ciudades de rápido crecimiento” (Gonzalbo, 1999: 28). Si bien se puede demostrar que la instrucción de diferentes oficios hacia las comunidades sí servía como desarrollo en las mismas, sin embargo podemos identificar también que está educación basada en la instrucción de oficios solamente sirve para mantener en condiciones permisibles a los pueblos indígenas, es decir se dan cuenta los españoles que el nivel de explotación hacia los indígenas no puede ser radicalmente de exterminio, ya que si se mantiene un talante de esclavitud exacerbado, a lo único que conllevaría es que ya no habría a quien explotar ni quien obedeciera ordenes españolas, es decir ya no existieran ciervos.

Lo importante ante esta enseñanza era el buscar introducir en el indígena una especie de consciencia del lugar que desempeñaban en la sociedad, es decir implantarles la idea de que ellos son los dominados y lo único que pueden hacer es resignarse y tratar de vivir de acuerdo a las leyes cristianas agradeciendo por lo que dios les otorga “Un hombre educado, incluso hoy, pero mucho más en el siglo XVI, es aquel que sabe que es lo que debe hacer en todo momento, que conoce su lugar en la vida y que es capaz de apreciar los valores imperantes en su sociedad” (Ibídem: 29).  Para ello plantea la autora que fue necesario mesclar las diferentes formas de enseñanza prehispánica con las virtudes de la religión cristiana, ejemplo de ello fue la utilización de los valores sociales comunales como el respeto, humildad, austeridad y a la par se impulsó la enseñanza de los mandamientos, la no injerencia en los pecados capitales y entre otras creencias cristianas. En donde en realidad se dejaba hasta cierto punto la educación eclesiástica a los indígenas y ya no a los españoles, estos al encontrar mayor satisfacción en los bienes materiales y no en la cuestión espiritual, en muchas ocasiones eran menos cristianos que los propios indígenas. “De este modo la educación auténticamente cristiana se consideraba adecuada para los indios, mientras que los castellanos, en defensa de su propio prestigio y de los intereses de la corona, podía olvidar la mayor parte de los preceptos evangélicos” (Ibídem: 36).

El legado de estos preceptos evangélicos hacia las comunidades indígenas ha conllevado a que podamos apreciar actualmente el comportamiento sobre muchos temas de gran relevancia en los cuales tendrían ser participes. “El reconocimiento tácito de la superioridad de quienes tienen la tez más clara y el conocimiento de los recursos del poder, el desinterés hacía proyectos políticos que se siguen sintiendo ajenos, la incredulidad ante ofrecimiento de mejora económica tantas veces frustrada, el rechazo de proyectos supuestamente redentores, la falta de costumbre de defender sus derechos” (Ibídem: 37).

En general y como conclusión, se puede observar una variedad de mitos y realidades sobre la educación indígena en la época colonial, mitos que fundamentaron un supuesto atraso educativo y realidades que desarrollaron hasta cierto punto mejoras en la condiciones de vida de los indígenas, pero aclarando que el talante de mantener a las comunidades en un contexto de explotación nunca se dejó de lado. Concretamente dicho, podemos identificar en esta lectura que la visión actual que se tiene de la educación como una educación que conlleva a que un pueblo educado mejorará en términos generales su condición social de desarrollo (una visión progresista de la educación) no fue puesta en marcha  en esta época de la historia de México. En la época colonial, la educación y en especifico la educación indígena se desarrolló como una forma de dotar de ciertas mejoras a las comunidades indígenas pero el carácter progresista social no era aplicado, no se buscaba la radical mejora en las condiciones de vida de los indígenas, sino un punto intermedio entre la represión excesiva, la obediencia y sumisión de los pueblos indígenas hacia el español.




[i] Las comillas son mías, ya que no comparto la conceptualización del antiguo mexicano como el indio, sin embargo soy consciente de la utilización indiscriminada de este término por parte de los españoles desde el siglo XVI y posteriormente de intelectuales mestizos que buscan imprimir un carácter peyorativo a las comunidades indígenas.

BIBLIOGRAFÍA.

·         Gonzalbo Aizpuru, Pilar. "Mitos y realidades de la educación colonial" en Educación rural e indígena en Iberoamérica. Colegio de México COLMEX, México D.F, 1999.